viernes, 23 de abril de 2010

Niños buenos y niños malos

Todavía me sorprendo cuando escucho a la gente bienintencionada preguntarme si mi hija de un año es buena o mala. “Pues claro que es buena” respondo siempre, “eso sí, se despierta por las noches llorando cuando tiene hambre, tira las cosas al suelo cuando se cansa de ellas, chapotea en el baño, juega con la comida cuando no quiere más y además se tira pedos en público” me dan ganas de añadir. ¿O es que alguna de estas acciones va a indicar que mi niña es mala? Me cuesta entender que se pregunte por un bebé de 10 días, de 10 meses o un niño de varios años si es bueno o malo.


Le he dado vueltas a esta clasificación, intentando entenderla, y me da la sensación de que lo que comúnmente se entiende por un bebé/niño bueno es aquel que permite a sus padres llevar una vida más fácil o, lo que es lo mismo, el bebé/niño malo es el que requiere más esfuerzo de sus padres que el que pretendían realizar. De esta manera, desde el punto de vista de un niño podríamos clasificar a los padres buenos como los que permiten a sus hijos hacer lo que quieran y les dan todas las comodidades, mientras que los padres malos serían los más restrictivos y que exigen un mayor esfuerzo de sus hijos; o el jefe bueno es el que te permite trabajar poco y mal sin controlarte y el malo hace un seguimiento más cercano de tu trabajo e intenta sacar lo mejor de ti.




Lo siento, pero no puedo aceptarlo como válido. Pienso que no debe calificarse a un bebé como malo, ni tampoco creo que lo sean los niños, aunque puedan realizar, ocasionalmente, malas acciones. El lenguaje es muy importante, y si a un niño lo etiquetamos como malo, aumentará la tendencia a comportarse como tal, dando lugar a una profecía autocumplida.


En este sentido, hay un trabajo muy importante por hacer en la educación de los niños, no solo de los profesores sino fundamentalmente de los padres, que se explica muy bien en el siguiente artículo (muy interesante el vídeo de Rosenthal explicando su experimento).

viernes, 9 de abril de 2010

Mi niña sí me come (y II)

(continuación de la primera parte)

A nosotros nos sorprende mucho la frase “mi niño no me come” porque Sara muy pocas veces desprecia un alimento, ni siquiera cuando es nuevo, primero los prueba abriendo muy poquito la boca y después suele abrirla con decisión. Casi siempre la incorporación de nuevos alimentos los hemos ido decidiendo porque ella nos los veía comer, le apetecían y se los dábamos a probar. Entendemos que hay alimentos que tiene sentido retrasar porque son muy lentos de digerir, como las judías, o porque pueden ser muy alergénicos, como el marisco o el huevo, pero hay otros que los pediatras sabrán el porqué se retrasan pero nosotros se los hemos dado a nuestra hija antes de tiempo y no hemos tenido problemas, será porque ella no es alérgica... De todos modos si viviéramos en Francia o en Alemania el orden y el modo en la introducción de alimentos sería distinta y si cruzáramos el charco ya ni te cuento.


Hay que estar abiertos a nuevas formas de hacer y saber escuchar lo que quieren los niños desde pequeños; nuestros miedos no deben dificultar el ansia de crecer y descubrir de nuestros hijos, y tenemos que facilitar que vayan adquiriendo sus habilidades dedicándoles tiempo. Sara sorprende cuando come. Cuando la ven, nos preguntan cuántos años tiene, porque por lo que come y cómo come parece más mayor de lo que es. Sara nos ve comer, nos ve comer fruta, y carne, y verduras, y... como nosotros lo comemos ella también lo hace.


A modo de conclusión o resumen, estas serían las ideas que teníamos en la cabeza cuando pensábamos en la comida de Sara:

  • La comida que le prepare me la comería yo también. De hecho, tenemos la costumbre de acabar lo que ella deja para no tirar comida.

  • La comida tiene que entrarle por los sentidos, no sólo el gusto y el olfato, sino que también son importantes la vista y el tacto, así que si lo come mejor con los dedos también la dejamos que pruebe.

  • La comida es un acto social, y debe ser un momento a aprovechar para conversar con mi hija (fuera teles y distracciones). Desde los 12 meses estamos intentando adaptar nuestros horarios con los suyos, ya que está encantada comiendo con nosotros.

  • Cuando sea posible, le daré a comer lo mismo que comemos nosotros. A veces es suficiente con echarle la sal o las salsas en el plato, pero si hay que hacerlo separado también puede ser parecido.

  • Y, por supuesto, que el tiempo de la comida debe ser para disfrutar, no un trámite ni una rutina: tenemos que aprovechar el tiempo para reírnos y pasarlo bien.


viernes, 2 de abril de 2010

Mi niña sí me come (I)

Antes de que Sara comenzara a tomar alimentación complementaria decidí leer un libro de Carlos González, un pediatra que ya me había ayudado con la lactancia materna, Mi niño no me come. En ese libro me felicitaba por leerlo antes de tener el problema, era curioso yo lo había cogido de la biblioteca porque el estilo del autor me había gustado ¡Qué cosas!

En ese libro aconsejaba un montón de cosas que no nos podíamos creer, pues muchas de ellas estaban contraindicadas en los consejos que nuestra pediatra nos había dado para la iniciación a la alimentación complementaria. Bueno esto es lo normal dentro de los profesionales de la salud, cada uno te dice lo que debes hacer pero no se ponen de acuerdo ni dentro del mismo hospital, ni dentro del mismo turno, ni dentro del mismo centro de salud, ni... Perdón me he despistado un poquillo del tema pero es la vida misma.

Un dato importante que es posible que para Sara fuese decisivo en su buen hacer a la hora de la comida fue la salida de los dientes; a los 6 meses a Sara le rompieron los dos dientes de abajo, hacia los 10 los dos de arriba y ahora con casi 13 meses ya tiene 4 y 4 en cada encía; esto, quieras o no, ayuda a meter sólido desde el principio.

Una cena de Sara con 12 meses y medio

Esto es lo que hicimos con Sara y por ahora come fenomenal: el primer día que le dimos papilla se la aplastamos con el tenedor: la patata, la zanahoria al principio, después el calabacín, las judías verdes, etc. Cuando empezamos con la carne se la cortamos muy pequeñito con las tijeras. Lo mismo con la fruta: el plátano es fácil de aplastar, la mandarina, la primera fruta que nombró, le fascina toda cortada en trocitos que al principio le dábamos y ahora con una habilidad sorprendente ya es capaz de coger con esos pequeños deditos que tiene. La manzana se la laminábamos igual que la pera pero creo que estas dos le han costado un poco más; aunque después con un par de meses más nos atrevimos a darle un cuarto de manzana y empezó a roerla con esos dos dientecitos primeros que son sorprendentemente valiosos y útiles para los niños. Se me olvidaba, antes de todo esto le dimos arroz porque es el único cereal que no tiene gluten y yo creo que como a los 4 meses o así ya se tomó su primer cuenquecito de arroz bien pasadito y con un chorreón de aceite.


(continuará...)