miércoles, 19 de marzo de 2014

Aprendiendo a ser padre, aprendiendo a ser hijo

Llegar por la noche a casa sabiendo que alguien te espera es una suerte, pero saber que tus hijas te reciben con toda su ilusión y su cariño y un dibujo en la puerta de casa, es muy emocionante. Quizás por eso, decido desviarme de vuelta a casa para darle un beso a mi padre y felicitarle el día.




Sara y papá

Hace 5 años ya que soy padre y es la quinta vez que lo celebramos en casa juntos. Muchas veces me he parado a pensar como era mi vida antes de ser padre, y como era yo, y cada vez me cuesta más recordarlo. Así que me siento a hablar con Ana Isabel, comentamos, recordamos, reímos, y coincidimos en lo esencial: ser padres nos exige ser mejores personas.


En primer lugar, cuando tomas conciencia de que vas a ser ejemplo a imitar durante unos cuantos años y, en mi caso, de hasta 3 preciosas personitas, haces el esfuerzo por hacer las cosas bien, por cuidar mucho más los detalles: evitar hablar mal, cruzar bien la calle, ponerme el casco para ir en bici...


Luego descubres también que el aguante y la resistencia física se pueden mejorar, y que los primeros años de crianza te exigen ser paciente, constante, servicial, saber darte sin esperar nada a cambio, templar los nervios, desenfadarte rápido, ser cariñoso y saber perdonar; esto como poco.


Pero hay una cualidad que destacaría por encima de las demás y que, personalmente, solo he llegado a entenderlo en toda su dimensión cuando he sido padre, y es la incondicionalidad. Ahora soy consciente de que, pase lo que pase, siempre estaré al lado apoyando y queriendo a mis pequeños.


Sólo ahora, también, entiendo en su plenitud lo que representan mis padres para mi, imaginando lo que represento yo para mis padres.


¡Felicidades a todos los papás!

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