sábado, 30 de abril de 2011

Aprender con el ejemplo

Una frase que utilizamos mucho los padres que tenemos niños pequeños es decir de ellos que “son esponjas”, porque se empapan de todo lo que tienen a su alcance. Aunque lo sepamos y lo veamos, día a día nos sorprendemos de su capacidad de aprendizaje e imitación, y de vernos reflejados en sus gestos, sus expresiones y su manera de comportarse.



Así que ante la pregunta “¿cómo puedo enseñar a mi hij@ a …?” la mayoría de las veces se puede responder como “Hazlo tú, hazlo delante de él y hazlo con él”, lo cuál no quiere decir que sea sencillo. El ejemplo que podemos dar a nuestros hijos es básico en el aprendizaje de valores (honradez, sinceridad, coherencia ...) y en el aprendizaje de conductas (ser amable, educado, cariñoso …).


Para mi, darme cuenta de ello me ha llevado a tener más cuidado en mis comportamientos, actitudes y con el lenguaje, ayudándome a crecer y a ser mejor persona; y me siento orgulloso cuando veo como Sara incorpora de manera natural pequeños gestos que me parecen valiosos: tirar las cosas a la basura, ayudar a poner la mesa, compartir, dar un beso al que llora, dar las gracias...


Por supuesto, creo que también hay que prestar atención a lo contrario, es decir, que es difícil que NO aprendan algo que nosotros hacemos mal (con el lenguaje y con los gritos, por ejemplo), o enseñarles a hacer algo que nosotros no hacemos (algo que nos pasa mucho con las comidas).


Estos dos videos cuentan de manera muy gráfica lo que he intentado transmitir: el primero de ellos, que es un poco duro, desde la cara negativa; el segundo, con un enfoque mucho más positivo, para ilusionar a los padres en esta experiencia tan maravillosa.







domingo, 17 de abril de 2011

Gioconda Belli


Estoy a punto de dar a luz a mi segunda retoña. Esta nueva nena hace que regresen a mí aquellas sensaciones de orgullo de mujer...


Y dios me hizo mujer.


Y dios me hizo mujer,

de pelo largo,

ojos,

nariz y boca de mujer.

Con curvas

y pliegues

y suaves hondonadas

y me cavó por dentro,

me hizo un taller de seres humanos.

Tejió delicadamente mis nervios

y balanceó con cuidado

el número de mis hormonas.

Compuso mi sangre

y me inyectó con ella

para que irrigara

todo mi cuerpo;

nacieron así las ideas,

los sueños,

el instinto.

Todo lo que creó suavemente

a martillazos de soplidos

y taladrazos de amor,

las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días

por las que me levanto orgullosa

todas las mañanas

y bendigo mi sexo.


Mi cuerpo en plenitud, se estira para poder entregarse a mi pequeña...


Maternidad II


Mi cuerpo,

como tierra agradecida,

se va extendiendo.


Ya a las planicies de mi vientre,

van cogiendo la forma

de una redonda colina palpitante,

mientras por dentro,

en quién sabe qué misterio

de agua, sangre y silencio

va creciendo como un puño que se abre

el hijo que sembraste

en el centro de mi fertilidad.


este último mes quiero esperarte con mimo. Estoy ya preparandote el nido.


FETO (yo lo titularía BEBÉ)


Tú,

pequeño ser,

estas creciendo dentro de mí

dándome una nueva dimensión.


(Has aumentado mi volumen: cuando bajo las escaleras

no puedo verme los pies. Tengo que subir con cuidado

a los carros y caminar despacio por las calles.)


Por las noches ya me despiertas

con tu suave golpeteo

a las puertas de mi casa más secreta.


Platicamos sin palabras

y luego te arrullo

con el correr de mi sangre

y los latidos de mi corazón.


Sientes los pájaros primero que yo

y tu vida rebulle contenta

como la colita de un perro

en la mañana.


Eres mi pequeño habitante

con el que vivo frente a frente

y yo soy tu saco amniótico,

diminuta humanidad sin sexo,

al que a veces imagino mujer

y otras hombre,

al que quiero sin ver

y conozco sin conocer,

nutriéndote y esperando

el momento de nuestra cita.


Gracias por tus poemas, Gioconda Belli, por recrear algunas de nuestras emociones en el libro El ojo de la mujer.

domingo, 10 de abril de 2011

¿Más límites o más cariño?


Recientemente estuvimos con un grupo de amigos que también tenían niños pequeños, entre 2 y 4 años, y nos dio tiempo para hablar de muchas cosas. Por supuesto, salieron temas sobre la educación de los hijos e incluso el tema se desvió hacia adolescentes: uno de ellos nos contaba sobre un familiar que de pequeño había sido “un trasto”, y que llegada la adolescencia fue a peor y acabó en un reformatorio; en ese momento respondía otro con un “si es que hay que saber poner los límites a tiempo”; y yo pensaba en voz alta, sin reflexionarlo mucho: “¿hay que poner más límites o más cariño?”. Se quedaron sorprendidos, y seguido comenté que en muchos de los casos con problemas importantes de conducta (como los hijos que pegan a sus padres que vemos en “Hermano mayor”) se debe a que los chicos se han criado en un ambiente con escasez de afecto: padres separados, familias con problemas, maltrato en la pareja o hacia los hijos...


Es cierto que los niños necesitan límites para conocer el ámbito en que pueden moverse y que les da seguridad, pero también es muy importante establecer una relación de afecto, de apego, entre padres e hijos, y no sé si esto se da por supuesto o simplemente se obvia. Por eso, después de haberle dado alguna vuelta más al tema, me pregunto y os pregunto: ¿es más importante marcar unos límites claros que establecer una adecuada relación de apego?, ¿cuándo pueden surgir más problemas, cuando no se establecen los límites o cuando no se expresa suficientemente el cariño?


Mi opinión es que cuando se establece una relación muy cercana de cariño, poner límites es algo natural, no problemático; cuando la relación no es de apego seguro (ya sea que los padres no le han dado importancia o que no lo han conseguido, por causas propias o ajenas) establecer límites adecuados será una tarea compleja. Volviendo al principio, ante un problema de conducta en un chico adolescente o más mayor yo me preguntaría: ¿recibió el cariño suficiente? Entendiendo el cariño en un concepto amplio de recibir cuidados, atención, pasar tiempo juntos, disfrutar en familia, ser cariñosos con el lenguaje y también expresarlo con el contacto físico.